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Enrique Peña Nieto gusta de presumir que ha cumplido con los
“compromisos” establecidos al principio de su mandato. No se cansa de presentar
la realización de las obras públicas más elementales, cuya construcción es
obligación de cualquier mandatario, como si fueran generosos regalos de un
líder “eficaz” y “cercano a la gente”. Pero los compromisos que lucieron
durante su VI Informe de Gobierno no fueron los que pudiera ofrecer a la
ciudadanía mexiquense, sino aquellos que ha establecido con la oligarquía y la
clase política dominantes responsables de la actual tragedia nacional.
Peña Nieto se negó a acudir al Congreso del Estado de México para rendir su informe y exponerse a los cuestionamientos de la oposición. Tampoco permitió la entrada al acto celebrado en el teatro Morelos de ningún ciudadano común, o con vestimenta que pudiera desentonar o interrumpir el espectáculo mediático producido por Televisa. Todos los hombres se vistieron de negro, la mayoría con corbatas rojas, y las damas con vestidos conservadores y sobrios. Se impusieron la lógica autoritaria de la uniformidad y las alabanzas por encima de la democracia y la pluralidad.
En su discurso, Peña Nieto habló de la necesidad de transitar de una democracia “exclusivamente electoral” a una que “dé resultados y construya acuerdos”, como si el Partido Revolucionario Institucional (PRI) no fuera directamente responsable de la crisis nacional actual. Habría que recordar que el PRI gobierna la mitad de los estados de
El viejo partido de Estado domina además
La idea de que uno de los problemas centrales de la política actual sea la falta de “acuerdos” es también palmariamente falsa. La razón del contundente fracaso de la “alternancia” en los últimos 11 años no es la falta de acuerdos, sino el exceso de los mismos con los factores reales de poder. Los gobiernos del PAN han destacado precisamente por su exagerada disposición para pactar con Televisa, el gobierno estadunidense,
Queda claro que un eventual gobierno federal encabezado por Peña Nieto implicaría una absoluta continuidad con el fallido gobierno de Calderón. En el sexto informe de Peña Nieto estuvieron en primera fila todos los señores y señoras que actualmente gobiernan el país y que se frotan las manos pensando en las nuevas oportunidades que se abren para ellos con su eventual victoria en los comicios presidenciales. Diego Fernández de Cevallos, Elba Esther Gordillo, Televisa, Manlio Fabio Beltrones y Javier Duarte, represivo gobernador de Veracruz, así como los representantes de la burocracia eclesial y las cúpulas de las empresas monopólicas del país, todos estuvieron presentes.
El contraste entre el derroche financiero para el espectáculo mediático del informe y las calles destruidas y casas inundadas de Cuautitlán, Tlalnepantla, Atizapán y otros municipios es un abierto insulto a la inteligencia ciudadana y a cualquier sentido de ética. El contraste entre las cifras maquilladas presentadas por Peña Nieto en materia de seguridad pública y la escandalosa actuación de sus procuradores de justicia en los casos de Paulette y el poeta Bartolomé, así como el aumento de los feminicidios y la violencia en el Estado de México, son otro insulto a la sensibilidad humana. El abismo entre el supuesto “desarrollo” que el gobernador saliente habría llevado al estado y el aumento real de la pobreza y marginación en la entidad es una burla más para los habitantes de la demarcación.
El colofón de todo es que Peña Nieto dejará el poder el jueves 15 de septiembre y seguirá gozando de los recursos públicos. Eruviel Ávila le debe todo a Peña Nieto, y seguramente no dudará en facilitarle al exgobernador “cualquier cosa que se le ofrezca” en su búsqueda de
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