El copete acicalado. La sonrisa diamantina. La novia famosa.
El gobierno dadivoso. La publicidad omnipresente. La pantalla alquilada.
La alianza del guapo y los corruptos. Los componentes centrales
del modelo de competencia política que el PRI construye y con
el cual logra ganar. Los ingredientes fundamentales de la estrategia que
el PRI despliega y con la cual logra arrasar. Una ecuación cuidada,
perfectamente planeada: cara bonita + dinero + televisoras + publicidad + PRI
dinosáurico = triunfo electoral. Una fórmula concebida en el estado de
México y ahora instrumentada exitosamente a nivel nacional. Una fórmula
patentada por los artífices de la “experiencia probada”, en busca de algo que
puedan vender como “nueva actitud”. El modelo bombón. El modelo
golden boy. El modelo Peña Nieto.
El “Astro Boy de Atlacomulco”, una criatura concebida por la dinastía política más importante del País que ahora busca dominarlo de nuevo.
El político Potemkin, producto de un entramado de intereses
políticos y empresariales que combina la modernidad mediática para llegar al
poder, con los viejos métodos para ejercerlo.
El mexiquense metrosexual construido con carretadas de
dinero: por lo menos 3 mil 500 millones de pesos en cuatro años de
autopromoción mediática descritos por Jenaro Villamil en su nuevo libro
“Si yo fuera presidente: el reality show de Peña Nieto”.
El posible candidato presidencial, seleccionado, asesorado y
adiestrado por personajes como Arturo Montiel y Alfredo del Mazo y Carlos
Salinas de Gortari y ejecutivos de Televisa y muchas manos más que peinan
el copete. Venden el producto. Posicionan la marca.
Enrique Peña Nieto, emulando a diario la estrategia
salinista basada en la inauguración de grandes obras y el cumplimiento de
pequeños compromisos.
Ejemplo de lo que Octavio Paz llamó el “Ogro Filantrópico”;
ese Estado que no construye ciudadanos, sino perpetúa clientelas. Millones de
mexicanos educados para vivir con la mano extendida, parados en la cola,
esperando la próxima dádiva del próximo político.
Como los 9 mil que se aprestaron a celebrar el cumpleaños de
Mario Marín hace unos días y los 200 que hicieron cola para abrazarlo. Como
aquellos para quienes la corrupción se vale cuando es compartida.
Como aquellos que volvieron a votar por el PRI en el Estado
de México, a pesar de las marrullerías de Arturo Montiel y las marometas
llevadas a cabo por su sucesor para encubrirlo.
Promocionando a diario la lista de libramientos construidos,
tractores regalados, apoyos económicos entregados.
Enrique Peña Nieto, actor de un espectáculo continuo,
perfectamente producido, escenificado y actuado en la pantalla más grande del
País. El candidato de “El Canal de las Estrellas” que hasta novia le
consiguió.
El candidato que las televisoras hacen suyo y se encargan de
edificar.
Con promoción política disfrazada de infomercial; con
paquetes publicitarios que incluyen la compra de entrevistas en los principales
noticieros; con la cobertura de un romance que recibe más atención que la
guerra contra el narcotráfico; con el silencio televisivo que se guarda sobre
el caso de Atenco o los feminicidios en el Estado de México o cualquier tema
controvertido que podría evidenciar las fauces del joven dinosaurio.
Hay un Plan de Trabajo que Televisa ha puesto en marcha y cuyas instrucciones Peña Nieto sigue al pie de la letra: te doy la pantalla desde la cual propulsarte y me das una Presidencia a la medida de mis intereses.
Hay un Plan de Trabajo que Televisa ha puesto en marcha y cuyas instrucciones Peña Nieto sigue al pie de la letra: te doy la pantalla desde la cual propulsarte y me das una Presidencia a la medida de mis intereses.
Un trueque permanente de favores, dinero, gestión política a
cambio de impunidad y promoción mediática.
Como advierte Julio Scherer García, la fórmula Peña
Nieto es sencilla: comprar el tiempo en la televisión, corromper y corromper,
mentir y mentir, aprender que a los aprendices se les puede y debe aprovechar.
Todo para apoyar al joven muñeco, atractivo por su presencia
física, a costa de la inteligencia y la pulcritud moral.
Todo para que el poder regrese a las manos de la mafia. Todo
para que el PRI vuelva a Los Pinos.
Denise Dresser
Denise Dresser
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